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lunes, 3 de mayo de 2010

CELEBRACIONES DEL CICLO DE INVIERNO. Varios artículos en prensa sobre San Antón, Santa Brígida , Las Candelas y los Antruejos o Carnaval

Varios artículos publicados en prensa sobre temas relativos a la religiosidad popular, las tradiciones o la etnomusicología en relación con la Provincia de León y sus Comarcas.
Integro aquí un conjunto de materiles que remití en su momento al foro papones.es integrado por diversos artículos de índole periodística y divulgativa. Se han redactado hace años, varios de mi época de profesor asociado de la Facultad de Educación en la Universidad de León. Espero que os puedan ser útiles.
Gracias anticipadas por soportar estos artículos que, como todo en la vida, para algunos estarán muy bien y serán muy interesantes mientras, para otros, serán unos "pestiños de marca".

Nota: Las fotos no se correspondesn con las publicadas anexas y citadas-




Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Conservatorio “Cristóbal Halffter”, Ponferrada.

Fotos: Archivo Diario de León
Publicado 17 de Enero de 2009. Sección: Tribuna.


Título:
¡Que viva San Antón! 

El diecisiete de enero es la fiesta de San Antonio Abad, popularmente conocido también como San Antón. Se trata de la primera fiesta importante tras la Navidad y que, de algún modo, pone fin a la misma, según la tradición, pues no en vano el adagio reza: “hasta San Antón Pascuas son”.
Nos hallamos por tanto y en primer lugar, ante un Santo refranero por excelencia, tanto en nuestra tierra como en casi todas las hispanas. Así recordemos algunos ejemplos al respecto: “Por San Antón la buena pita pon…”, o ”San Antonio laconero echa tocino al puchero”; o esta otra curiosa y carnavalesca relativa a Ciudad Rodrigo: “Por San Antón mascaritas son”.

La figura de San Antonio Abad es una de las tradicionalmente consideradas con carácter de patrón talismán o protector contra algún mal. Este conjunto de Santos se identifica como los “santos de invierno”, “Santos barbudos”, “santos con botas”, etc. y entre ellos se encuentran San Sebastián, Santo Tirso, San Blas, Santa Águeda, Santa Brígida – cuya fiesta en algunos lugares de León se denomina “Santo Tormentero”-, etc. Pues bien, en esta ancestral adjudicación popular de patronazgos, a San Antón le ha caído la función de ejercer de patrono de los animales. Por ello, su fiesta es muy celebrada por toda España y bajo fórmulas muy similares.

En su noche o en la de su víspera podemos encontrarnos numerosas hogueras y luminarias, algunas de gran fama y magnitud. Un tipo de manifestación etnográfica que en esta provincia se repite cada año entre otros lugares en Villademor de La Vega. Pero quiero referirme a otros ejemplos ibéricos como son los de las vistosas y fotogénicas hogueras del abulense pueblo de San Bartolomé de Pinares, lugar donde enormes piras son atravesadas a caballo intrépidamente por jinetes locales. O a las innumerables lumbres que en honor de Sant Antoni se efectúan por todo el levante y los antiguos territorios de la corona de Aragón. Muchas de ellas caracterizadas por la presencia de grotescos personajes emparentados con el ya presente tiempo de carnaval. Un género de personajes que, por lo general aparecen ataviados de diablos deambulando alrededor de la hoguera y que, desgajados de esta fiesta, han dado lugar a los coloristas, pirotécnicos y recientes espectáculos de calle levantinos conocidos como “dimonis”. Es el caso entre otras de la localidad turolense de La Fresneda o integrándose en una danza o una procesión como en Algaida y Pollensa, ambas en las isla de Mallorca.

No obstante, muchísimas son las hogueras mas modestas y recoletas o “de barriada” que, en honor a san Antón, se encienden por todo el territorio nacional. A sus brasas no sólo se salta, se procesiona y vitorea como en el caso de “la Encmisada” de Estercuel; o se tocan instrumentos musicales, como los cencerros y cuernos de “los trucos” del pirenaico Valle de Chistau y se danza cantando a su alrededor; sino que en ellas, numerosos vecinos preparan y degustan productos típicos del cerdo en compañía de otros dulces y típicos panes. Panecillos, aplastados, metidos en harina y escasos de sal, marcados con una cruz, que por tierras leonesas se llaman “cotinos” y por otros lares “panes de San Antón”• Estos se suelen distribuir tras la bendición de los animales.

En la capital leonesa las costumbres del reparto de cotinos y de la bendición de animales han mantenido su dinámica tradicional hasta prácticamente los años setenta del pasado siglo, primero en la plaza de San Marcelo, frente al antiguo Hospital de San Antonio Abad, entonces ubicado uniendo esa iglesia y el edificio del Ayuntamiento, en el solar donde hoy esta la calle de Legión VII. Y en los últimos tiempos en la capilla de su mas reciente y actual ubicación, en el complejo hospitalario.

Afortunadamente en la provincia sí se ha mantenido diversas costumbres alrededor de esta celebración como en varias ocasiones ya he detallado desde estas páginas. Quiero recordar a los cofrades de San Antón de La Bañeza y Astorga, en Laguna de Negrillos o Algadefe, con sus procesiones, jornada de fraternidad y colación de viandas del cerdo. Rifa del tradicional y magnífico cerdo de San Antón ante el astorgano templo de Puerta Rey o el bañezano de El Salvador, por no citar el gochín mas modesto y chiquitín del berciano Calamocos. No quiero olvidar la cita de las subastas de las tartas ofrecidas al Santo en Algadefe, Laguna de Negrillos y otros lugares del Páramo y El Esla, que sustituyen o acompañan a las de “jetas y pezuñas” tan tradicionales, antaño donadas por los vecinos para ser subastadas igualmente en ese día. Algo que ocurría en numerosos pueblos por prácticamente todo el territorio provincial.

Completan el abanico de actividades de esta fiesta las inevitables bendiciones de animales y mascotas. Acto religioso que además de en varias de las localidades citadas, afortunadamente y desde hace pocos años se ha recuperado en otras como Cacabelos, o la propia capital leonesa, en este caso por elogiable iniciativa de la Protectora de Animales local. La otra actividad típica de esta fiesta en fase de recuperación para muchos pueblos leoneses y otros de provincias limítrofes es la del recitado de “refranes”. Consisten estos en unos simpáticos versos populares que eran recitados en los atrios de las iglesias por típicos personajes, -híbrido entre versolari y monologuista-, montados a lomos de adornados borricos. Su temática satírica va contando al Santo y a los presentes los sucedidos del año en clave de humor. El último representante activo de esta saga de rapsodas en nuestra provincia es “Leonís”, del pueblo de Las Grañeras.

En aras de no dejar perder nuestras tradiciones, procuremos todos los vecinos de las comarcas leonesas asistir a este abanico de eventos expuesto. Un conjunto del que afortunadamente podemos sentirnos orgullosos. Y en concreto en la capital leonesa, acudamos a las siete de la tarde del sábado diecisiete, en la acera de Botines, a la hoguera de San Antón, al reparto de “cotinos” y reconfortémonos con un caliente y rico “fervudo”, pudiendo participar de la rifa del gocho de San Antón y a la vez divirtámonos con la sorprendente escucha de los “refranes” al Santo. Refranes en esta ocasión recitados por el cuentacuentos leonés Manuel Ferrero. En suma, unos sencillos y entrañables actos que la Asociación San Francisco El Real Extramuros de León, muy próxima a la Cofradía del Stmo. Cristo de la Expiración y el Silencio, intenta recuperar y poner en valor tradicional. Como también lo hace la Protectora de Animales de León, entidad que, el domingo dieciocho y tras la misa de doce de San Martín, llevará a efecto en colaboración con esta parroquia el bonito acto de la bendición de animales y mascotas en nuestra Plaza Mayor. Pues, paisanos: ¡Que viva San Antón!



Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Facultad de Educación U.León
Conservatorio “Crist óbal Halffter”, Ponferrada.

Fotos: Archivo Bierzo 7: fotos de S. Antón en Calamocos y Cacabelos.
Publicado la semana del 17 de enero del 2004 BIERZO 7

Título:  


De San Antonio “laconero” por El Bierzo.
 

Se aproxima el próximo día diecisiete de enero la festividad de San Antón, que es como popularmente se conoce a San Antonio Abad, ancestral patrono de los animales.

El barbado San Antón, en los altares ha sido presentado iconográficamente con su indumentaria propia de abad monacal, es decir, cubierto con dalmática en color pardo con una enorme Tau al pecho. Se acompaña de su báculo, la llama, símbolo de la enfermedad de la que es abogado y de la esquila mendicante, instrumento que servía de aviso sonoro para evitar contagios. Casi siempre se representa con su “gocho” a los pies, portando en ese caso la esquila el cerdo. El origen de su devoción es medieval, procede Italia y fue introducida en la península ibérica por los monjes hospitalarios. Con el devenir de la historia alternará su patronazgo relativo al mundo animal con otro gran santo: S. Fco. de Asís, patrón de los veterinarios.

El tiempo que le tocó vivir al bueno de Antonio fue propicio para la propagación de una contagiosa enfermedad conocida como la “flama”. Esta peligrosa peste era transmitida por los cerdos, animales entonces de tránsito libre por las calles de muchos lugares. Por ello, simbólicamente aparece el animal a los pies del Santo, dado que también fue un cerdo quien directamente se relacionó con su trayectoria milagrosa. Su presencia, de algún modo ha contribuido a convertirlo en abogado contra esta enfermedad. A partir de entonces, las casas y los hospitales de la orden hospitalaria sufragaban sus gastos anuales con la venta en dicha festividad de un cerdo. Animal que durante el año, campaba libremente por las calles y era engordado por la caridad del vecindario. Esta costumbre todavía se conserva en lugares muy puntuales de nuestro pais y nuestra provincia.

La figura de San Antón, tradicionalmente ha sido un peso pesado en el calendario religioso. En especial, dentro de los cultos cristianos vinculados al ámbito agrario y rural en general. Pero, en el Bierzo, quizá la acepción popular por la que dicho santo es más claramente identificado entre nuestros paisanos y marcadamente entre los de origen rural, es la de San Antonio “laconero” o “laconeiro”.

Quizá para otros bercianos de distinto origen, esta denominación tal vez simplemente les sonará sólo con la ayuda del campo de los refranes. Así por ejemplo, rezan los sabios y pedagógicos adagios que: “Por San Antón, la pita buena pon y por La Candelaria, la buena y la mala”, dando con ello durante siglos veladas pautas para el paisanaje sobre la normalidad de la productividad de las gallinas caseras por estas invernales fechas; o este otro: “San Antonio laconero: echa tocino al puchero”, en claro ánimo y recomendación de festejar la fiesta a todos los niveles rompiendo la lógica austeridad post-navideña; o : “Si sale con barba San Antón, y sino la Purísima Concepción”, etc.

La abundancia de dichos y refranes es un claro reflejo de la popularidad pretérita del Santo, de su festejo religioso y de todo lo que socialmente durante siglos les ha rodeado; circunstancias naturales en toda economía agraria por lo general de subsistencia, como la berciana. En aquella sociedad, poco letrada y desde el plano simbólico y de creencias tan a caballo entre lo religioso y la superchería, el culto y festejo de ciertas divinidades se convertía en una obligada efeméride a todos los niveles. Esto ocurría en el ámbito agrario con el culto a San Antón, especie de santo talismán o protector de los animales, que eran elementos fundamentales en la economía familiar tanto a nivel de trabajo como alimenticio.

Con respecto a su culto, según lo que se verá en este artículo y a juzgar por su peculiar liturgia, se podría aventurar que desde sus orígenes tampoco debió separarse de los habituales criterios de cristianización de costumbres o cultos de índole naturalista y de sus respectivos rituales.

BENDICIÓN DE ANIMALES

En la comarca berciana, rara es la persona mayor que no recuerde como en su pueblo o en alguna localidad próxima se celebraba San Antonio laconero. En especial, en lugares donde su imagen se conserva y venera en la iglesia o ermita local o si se trata además del patrón del pueblo. Principalmente entre los niños, su popularidad radicaba en la curiosa vinculación de ciertos actos religiosos con el mundo animal. En ese día, durante la misa en honor del santo y tras la procesión, se procedía y procede a bendecir los animales caseros y bestias de carga en el atrio de la iglesia. Esta bendición, en ocasiones se realizaba dentro del templo, si la climatología lo obligaba, tolerándose la simpática y paradójica presencia animal por razones obvias de protagonismo. Tan peculiar estampa, resulta inolvidable y entrañable para quienes la hemos contemplado en alguna ocasión.

Todavía quedan localidades bercianas, luego mencionadas y del resto de la provincia, que mantienen muy viva esta tradición. Por ejemplo Astorga y su comarca, La Bañeza y varias localidades de la ribera del Órbigo, o en la del Esla como Algadefe o Villademor de la Vega; en El Páramo en Laguna de Negrillos; en la propia capital leonesa, en los llanos del Payuelo en las Grañeras, o en la Montaña en lugares como Aviados, como se puede seguir gracias a la prensa de esas fechas.

SORTEO DEL “COCHO” Y DE LAS MANOS Y JETA.

Entre los ejemplos relativos al Bierzo claramente destacan los ejemplos de Cacabelos y de Calamocos por su popularidad local y grado de participación del vecindario. En ambos casos, sacerdotes y vecinos se han comprometido a preservar la tradición del olvido y a convertirla en una tradición viva que se adapta a la realidad actual. Para ello, en ambos lugares los protagonistas habituales, -animales de explotación caseros hoy en claro receso-, paulatinamente van siendo sustituidos por modernas mascotas de compañía de todo tipo que son presentadas con el mismo entusiasmo de antaño por adultos y niños y ¡aquí no ha pasado nada¡.

En Calamocos, además de la mencionada de la bendición animal, se mantienen dos de las tradiciones más singulares y generalizadas a todo el territorio ibérico y provincial relativas al culto al santo. En primer lugar, durante el desarrollo de un sencillo y entrañable acto, se conserva la ancestral rifa del cerdo de San Antón en el atrio parroquial, una vez finalizada la procesión. En el atrio de la iglesia de Calamocos, el cerdito, pequeño pero no lechón, rebulle en un escaño con el respaldo vuelto cara a la pared, a modo de improvisado cubil, mientras cercado y sorprendido, degusta los caramelos que le dan niños y curiosos que lo visitan momentos antes de adquirir la rifa.

La numeración de la rifa, una vez otorgado el “cucho”, también permite acceder a la subasta o sorteo de los productos curados del cerdo: careta o jeta, orejas y manos de cerdo, que perpetúan lo ancestral en la celebración de Calamocos continuando la tradición. Estos productos, antaño por costumbre y de peor o mejor gana, eran ofrecidos al sr. cura del lugar por los vecinos o por los devotos ofrecidos para tal menester. Hoy en día esta tradición ha caído en desuso en muchos lugares del Bierzo donde se mantuvo hasta no hace mucho. Así, numerosas localidades que jalonan el valle bajo del Sil, como Requejo o Valiña, compartieron la costumbre con otras del alto curso y del resto de la comarca berciana, por ejemplo algunas del contiguo valle al del alto Sil en Matalavilla.

En la actualidad lamentablemente en el Bierzo, salvo en los lugares citados y algún otro de celebración más modesta, además de la bendición, procesión y la cría y sorteo del cerdo y subasta de sus productos para el puchero, el reparto de panecillos o “cotinos”, etc., se han perdido los cánticos y ramos propios de la fiesta que, aquí como en otros lugares de la provincia, existieron y que eran entonados por los vecinos, los cofrades y los devotos del Santo. También se han perdido los recitados de sucedidos a modo de copla satírica y sin duda, alguna que otra feria o romería bien dotada de lacones con cachelos, botillos en su punto y pulpo.

Los actos tradicionales fraguan la condición de ciudad y por ello, tal vez, en el ámbito urbano de la moderna Ponferrada, desde el punto de vista social y religioso, no sería descabellado pedir a alguna de las pujantes cofradías de semana santa, en especial a las de mayor raigambre, que incluyeran en sus actos anuales el procurar el culto al “laconero” y a sus tradiciones. Con ello, el ideario cofradiero no se resquebraja y se podría procurar que ciertas costumbres pías, olvidadas, como esta o la de San Blas de Campo, que alternan lo religioso, lo social y lo gastronómico desde siglos no se perdieran.

Reflexionen sobre ello, merece la pena aunque solo sea desde el punto de vista de intentar velar por los aspectos quizá más infantiles del asunto, es decir, los de fomentar la ilusión de los niños que lleven su mascota a bendecir continuando la tradición cristiana que profesaron sus antepasados. De todos modos siempre nos quedará Cacabelos y Calamocos.




Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Prof. Facultad de Educación U.León
Conservatorio “Cristóbal Halffter”, Ponferrada.

Fotos: Archivo Diario de León
Publicado 2 de febrero de 1999. Sección: Tribuna. DIARIO DE LEON

Título: 


Por “Las Candelas” y San Blas,
tiempo de capas y canto de ramos.


Tras San Antón, varias festividades exclusivamente religiosas brillan de nuevo cada año con el fin de enero e inicio de febrero: San Antón (día 17), San o Sto. Tirso (2, Sta. Eugenia (31), Sta. Brígida (1 Feb.),“Las Candelas” (2), San Blas (3), Sta. Águeda (5), Sta Apolonia (9). Todas son conocidas como “las fiestas de invierno” y antaño más que en la actualidad, eran celebradas en pueblos leoneses hoy casi carentes de vecinos. Debido a este motivo, algunas desaparecieron o se trasladaron al verano, salvo donde hubo cofradía o tradición arraigada que las han mantenido brillantemente. Tras ellas y la obligada parada laboral invernal, comenzaba el duro trabajo marcado por el calendario agrícola que no permitía otro tiempo de festejos hasta las cosechas. De ahí la expresión ponferradina: “mocinas a San Blas, que fiestas ya no hay más, que viene Sta. Apolonia que las arrebata todas”.

Por causa de la intervención de estas asociaciones religiosas, decimos que es tiempo de capas, pues, numerosas son las dedicadas a los Santos citados y a otros, que incluyen en su indumentaria obligatoria esta típica prenda de abrigo. La capa, antes era parda y de sayal en los ejemplos más humildes, y de rico y buen paño negro forrado, en los casos de las cofradías más poderosas. Así, en Laguna de Negrillos la cofradía de S. Antón luce capas negras, como, entre otras lo hacen las de Sta. Eugenia de Mansilla de las Mulas, o su homónima de Paradilla de La Sobarriba, conocida como de las “capas pardas”, hoy negras. Dicha prenda como tal, en los tiempos actuales sólo es mantenida en su tono pardo en la capital leonesa por la tradicionalista Cofradía del Stmo. Xto. de la Expiración y del Silencio.

Es este tiempo igualmente de canto de ramos, eso sí, algo diferentes a los de Navidad como se comprueba en los cancioneros existentes. Miguel Manzano, por falta de espacio, incluye tan solo dos dedicados a S. Antón, relativos a las localidades de Adrados y Espinosa de la Ribera, uno más de Vegacerneja dedicado a Sta. Águeda, y otros dos dedicados a la Candelaria: el famoso de Campo, junto a Ponferrada, y el de Ribera de la Polvorosa, así como algunos cantos más, propios al igual de esa celebración. Fernández Núñez por su parte, no detalla la procedencia de su diseccionado ramo, pero alude a S. Antonio (¿Abad o de Padua?). Diéguez Ayerbe y Luaña incluyen uno de Cobrana dedicado a la Inmaculada donde se cita a San Tirso, patrón del pueblo. La asoc. Etnográfica Lleunesa recogió y recuperó otro dedicado a San Blas en La Sobarriba, en concreto en Tendal, como bien refiere David Gustavo López. Etc. Pero, relativo a este tiempo, si lo desean, este año por comodidad de fechas, pueden asistir al que en Cea mas que dignamente ofrecen los quintos y que se cantará el próximo sábado 30 de enero a las 4 de la tarde.

Como desde estas páginas mis colegas se ocuparán ampliamente del oportuno comentario de los distintos ritos relacionados con la festividades de La Candelaria y Sta. Águeda, salvo la alusión realizada al ramo no voy a añadir nada a sus respectivos trabajos. Pero si lo haré sobre San Blas, abogado de la afecciones de garganta. Un Sto. todavía muy venerado en la provincia, donde numerosas son las poblaciones, una treintena, que mantienen su celebración el día tres de febrero como su “fiesta de invierno”. En la misma se suele conservar la misa, la procesión y las demás costumbres religiosas, e incluso, en algunos lugares, las profanas anejas, como son dentro de la romería el “baile vermú” y la comida campestre. Eso sí, presentándose menos concurridas que en otros tiempos, en especial si el clima es adverso y la fiesta no coincide en fin de semana.

San Blas es patrón de los monasterios cistercienses de Gradefes o Carrizo, donde es típica la elaboración por las monjas orbigueñas de las roscas de “San Blas”, para su posterior reparto tras el servicio religioso,. En Campo, localidad colindante a Ponferrada, era tan famosa esta celebración que forzaba el cierre a medio día del comercio de la última ciudad. Con ello se permitía a los ponferradinos la asistencia en Campo a la comida campestre de la romería, tras haber sido advertidos por la coplilla: “si vas a San Blas / tráeme un San blasín / que no sea muy grande / ni muy pequeñín”. Los más viejos del lugar recuerdan esa etapa de esplendor de la fiesta, la cual empezaba cuando “el tamboritero” de Molina les despertaba con su “alboreada” a la flauta y el tamborín, terminando con la importante romería, “en tiempos con pulperas y todo”.

En La Bañeza, la cofradía de su nombre, al termino de los actos religiosos de la festividad, realizaba a los sones de los dulzaineros un pasacalles-ronda de bares y cantinas, en el que además, se bailaban “las sanblasinas” ante la casa del Hno. Mayordomo. Era cofradía rica y se permitía gran “gasto” musical frente a la de San Antón, mas modesta, que se conformaba con “los rulas” o “Salvadorillo”, el tamboritero. Todavía se mantiene la costumbre. Por su parte, en Sabero, también se cantan “los gozos de San Blas”, composición estrófica alusiva al Sto. interpretada tras terminar la procesión. Acto que se efectúa con la imagen del Sto. cubierto de “cuelgas” de roscas y tras bendecir los caramelos y demás productos ofrecidos, justo antes del reparto de las típicas roscas de su nombre.
La capital leonesa, es otro de los lugares donde también se practicó y practica la devoción a San Blas. En su caso, asociada al jacobeo templo extramuros de Sta. Ana, antigua capilla del Hospital de la Orden del Sto. Sepulcro, donde, al término de la misa dedicada al Sto. se entregaban los tradicionales collares de cera, protectores de catarros y demás enfermedades de la garganta, que eran previamente “pasados por el Sto.”, como manda la cristiana costumbre.

En otro área de la provincia, en concreto en Villamandos, se hace “danza” de paloteo procesional y luego baile popular, antiguamente de pandereta y en la actualidad debido a una orquesta. Muy cerca, en la misma comarca y ribera baja del Esla, en San Millán de los Caballeros, además de los actos religiosos, es típica como lo fue en otros muchos pueblos de la zona la “carrera del gallo”. En ella a lomos de burros y caballos los jinetes del lugar realizaban y realizan pasadas al galope para decapitar varias gallináceas colgadas boca abajo a cierta altura. Este tipo de carreras, que a muchos sirvieron de alivio gastronómico en épocas de penuria, hoy generan lógicamente polémica en todos los numerosos puntos de España donde se celebran. La solución a la misma quizá no pase por el intento de prohibir la fiesta a toda consta por su salvajismo, ni por obligar gubernativamente a poner los animales muertos para tal fin. En mi opinión, en la actualidad se pueden elaborar en modernos materiales, como el caucho o látex, objetos de diseño similar al gallo.

Por ejemplo, algo parecido a un bolo colocado bocabajo, de tal modo que su tipología además no incida en el recuerdo de la imagen del animal, el cual, por su parte, puede seguir constituyendo el premio final de quien arranque la cabeza del bolo de goma. Con mi propuesta considero que se conserva la esencia de la carrera, tradición que se debe mantener pese a quien pese, y con esta transformación y adaptación a los nuevos tiempos se elimina la crueldad del acto, dignificando la figura del animal conforme a la legislación vigente y creo que a juicio de todos.




Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Prof. Facultad de Educación U.León
Conservatorio “Cristóbal Halffter”, Ponferrada.

Fotos: Diario de León. Campanario Fresno de La Vega
Publicado la semana del 4 de febrero del 2003, DIARIO DE LEON

Título:  


Por Santa Bríjida “tente nube al renuberu”


Un año más, la pasada y gélida noche del viernes treinta y uno al sábado uno, es decir entre San Severo y Santa Bríjida, desde la muy iluminada y de espléndida factura torre de Fresno de la Vega se perpetuó la ancestral tradición de tocar “a tente nube” para ahuyentar las tormentas del resto año. Insistentemente y sin demasiadas molestias acústicas para el vecindario, esta curiosísima y sonada costumbre, les ha acompañado en la edición presente desde cerca de las diez de la noche hasta que el sistema programado de iluminación del campanario apagó la misma.

Este evento tradicional, desconocido para muchos leoneses, persiste con buenas perspectivas de futuro en Fresno de la Vega. Tan arraigada y peculiar celebración de Fresno, antaño extendida por otros pueblos de Los Oteros o la Ribera media del Esla (como bien recuerda de su pueblo Benazolve el actual párroco de San Millán), en la actualidad y mientras no se reproduzca o localice en otro lugar, representa la única prueba real e ininterrumpida de dicha tradición.

Sobre ella, nos había dado pistas el trabajo de campo de Manuel Rubio y Javier Rúa contenido en su libro “la piedra celeste”, publicado por la Diputación. En sus páginas, ambos autores describen como otrora en la noche de la víspera de Santa. Bríjida, desde el campanario de la localidad de Izagre, los mozos merendaban con buen vino, un carnero y otras viandas. Estas últimas, eran recolectadas entre los vecinos del concejo por un grotesco pasacalle de mozos ataviados con una indumentaria propiamente carnavalesca constituida a base de harapos cencerros y pellejos, que eran conocidos popularmente como “los bríjidos”. Finalizada la ronda, mientras cenaban en el campanario al amparo de una pequeña hoguera y de los efluvios del néctar, no dejaban de tocar “a nube” durante el resto de la noche.

Esto se hacía así debido a una vieja creencia por la que a los “renuberus”, personajes de la mitología leonesa encargados de formar los rayos y centellas de las tormentas, les era atribuida la facultad de generar el total de “truenas” del año precisamente esa noche. Quizás en base a ello, los lugareños de Fresno, durante el toque y siguiendo la costumbre de sus antepasados, recogían dos piedras por cada mes del año que, a modo de bendito talismán, conservaban para ser lanzadas de espaldas sobre sus hombros con destino a la tierra que en su momento tratasen de proteger contra la fatal truena.

En ésta edición, terminado el toque, durante un animado filandón campanil al que mi compañero en la investigación, el prestigioso etnógrafo Joaquín Alonso y yo el tuvimos el lujo de asistir, los más viejos participantes recordaron algunas aspectos pretéritos de la fiesta ya en desuso y olvidados. Tras degustar el exquisito chocolate y orujos, preparados como manda la costumbre para la ocasión en la sede de la asociación cultural “Fraxino”, muchas anécdotas volvieron a las memorias, como, entre otras, la relativa al garrafón de limonada con que eran obsequiados los mozos por el Sr. Cura.

Sin duda, estamos ante una de los auténticos hitos para los aficionados al mundo de las campanas y su toque, tan prestigioso como cualquiera de los encuentros de campaneros y muestras de toque que desde épocas recientes salpican nuestra provincia en época estival en pro de este bello idiófono. Pero, en este caso, no se evoca nada. Lo más interesante radica en que el mismo se desarrolla en el marco de su propia tradición de una forma perfectamente viva, pues se presenta centrado en un lugar, en una fecha, una hora, un significado y un proceder concretos, legados por un uso continuado desde el pasado. Por tanto, con esta tradición pasamos a engrosar el conjunto de las que relacionan la fiesta, el costumbrismo y la superstición en el ámbito de la religiosidad popular, con las tormentas y campanas a lo largo del año.

La asociación cultural local “Fraxino”, consciente de ello, prepara un atractivo y especializado programa de cara a convertir la próxima celebración de Sta. Bríjida en Fresno de la Vega, probablemente, en un auténtico punto de referencia de la costumbre campanil invernal. A través de esta celebración pretenden lograr el complemento entre la costumbre festiva y el rigor investigador en el trato de la tradición, de cara a presentaciones de la misma más actualizadas, a la par que respetuosas con el pasado. ¡Salve, Brígida!.




Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Prof. Facultad de Educación U.León
Conservatorio “Cristóbal Halffter”, Ponferrada.

Fotos: Diario de León.
Publicado la semana del 17 de enero del 1999. Sección: Tribuna DIARIO DE LEON

Título:  


Por San Antón ...

Dentro del ciclo festivo de invierno y contenido en el período perteneciente al antruido, antruejo o carnaval, que se inicia con el año y la festividad de “reyes” para concluir el miércoles de ceniza, aparece la primera festividad de culto celebrado de modo extenso en nuestro medio rural. Me refiero al día de San Antón, tradicional patrón de los animales que posteriormente alternará su patronazgo con otro gran santo S. Fco. de Asís, patrón de los veterinarios.

San Antonio Abad, popularmente conocido como San Antón, ha sido presentado iconográficamente con su báculo, la llama, la esquila y casi siempre con su “gocho” a los pies, portando en ese caso la esquila el cerdo. Así figura en numerosísimos altares de nuestra provincia y del resto de la nación representado por copias de serie o tallas singulares como las de Santiagomillas, Matallana de Valmadrigal, Villaverde de Sandoval, Torneros del Bernesga, etc. Responde ésta a una devoción de origen medieval procedente de Italia, introducida en la península ibérica por los monjes hospitalarios. Los tiempos de Antonio fueron propicios para la propagación de la enfermedad conocida como la “flama”, transmitida por los cerdos, entonces de tránsito libre por las calles de muchos lugares, convirtiéndole su trayectoria milagrosa al respecto en el Sto. en abogado contra esta peste. A partir de entonces, los hospitales de la orden contribuyeron al sufragio de sus gastos con la venta anual de un cerdo engordado durante ese espacio temporal por la caridad del vecindario.

Quiso la tradición que, a imitación del animal citado, en muchos lugares un cerdo campara solo por las urbes, siendo alimentado por los lugareños con el fin de engordarlo para ser subastado el día de la fiesta de su patrón, el 17 de enero, al término de la tradicional misa donde los vecinos asisten con sus animales para ser bendecidos. El colofón del acto implica el reparto del tradicional “cotino”, panecillo sin sal para las bestias. Esto sucedía y todavía sucede en varias poblaciones leonesas de Tierra de Campos, El Páramo, Sahelices del Payuelo, etc. En otros pueblos el cerdo se guardaba y alimentaba por vecera entre los vecinos, o se criaba en algún lugar con las aportaciones económicas o en especie a cargo del común, destinándose la pobre bestia a idénticos fines.

En las localidades donde existe cofradía dedicada a San Antón, se mantiene más vivo el elemento costumbrista. Tradiciones como la de rifar el cerdo o subastarlo, gracias a dichas asociaciones se han mantenido vigentes incluso en poblaciones de tamaño considerable como La Bañeza. En estos pueblos, además de los actos aludidos, se suele solemnizar la fiesta con aportaciones al corpus sonoro religioso popular, como el canto de ramos, chascarrillos u otras composiciones al efecto dedicadas al santo. Laguna de Negrillos mantiene todavía sus sones. En otras localidades, como sucediera en Aviados, la fiesta simplemente consistía en la celebración religiosa aludida y en la subasta, en este caso, de algunas partes del cerdo donadas previamente por los vecinos, como morro, manos, etc.

San Antón es tremendamente celebrado en toda la geografía nacional, recuérdense las “sanantonadas” turolenses, pero, especialmente este año por caer la festividad en domingo, muchos leoneses que viven o visitan Madrid pueden comprobar la solemnidad con que el ayuntamiento capitalino celebra la fiesta y las llamadas “vueltas del Santo”. Consisten estas en tres vueltas a la iglesia con sus correspondientes bendiciones al pasar por el lugar de presidencia del santo. El templo de San Antón, que se erige en la castiza calle de Hortaleza, desde unos años atrás y debido a lo masivo del acto se ha visto obligado a ceder la ubicación a una plaza cercana. Durante el mismo los escuadrones de caballería, perros, palomas mensajeras, etc., militares y municipales, los animales de los circos y el zoo, mas un sin fin de animales caseros, etc. “dan las vueltas” con sus cuidadores y propietarios para de ese modo obtener la bendición oportuna, al igual que lo hacen los concejales matritenses con sus mascotas, advirtiendo el párroco por la megafonía, siempre irónicamente, que con el paso de los animales “sus dueños también quedan benditos”.

La capital leonesa también disfrutó de esta tradición hasta no hace muchos años. Primero, en la capilla del antiguo hospital de San Antonio Abad, sito en el solar de la actual “casa de Roldán”, anejo a la iglesia de S. Marcelo y al Ayuntamiento. Al desplazarse dicha institución hasta su ubicación actual, integrada en el complejo hospitalario y popularmente conocida como el hospital viejo, con su mudanza se desplazó también el rito popular y su tradición. Todavía, por aquellos altos de la ciudad, muchos vecinos del barrio de las ventas y aledaños recuerdan la misa del 17 de enero, la subida de animales para su bendición y el reparto del típico y ocasional ”cotino” al finalizar. Hoy el hospital, tras años de abandono, ostenta la sede universitaria de la escuela de enfermería y su capilla desde varios inviernos atrás carece de culto, permaneciendo la espléndida talla del San Antón leonés y “su gochín” - ambos factura de la escuela o el propio Gregorio Fernández -, dignamente almacenados entre los fondos del Museo Etnográfico dependiente del Instituto Leonés de Cultura.

Queridos vecinos de León y resto de pueblos de nuestra provincia, ¿sería quizá mucho pedir que las instituciones locales, provinciales o autonómicas, mediasen ante sus homólogas religiosas o ante alguna fuerza social, laica o religiosa, en aras de rescatar esta y tantas otras tradiciones, agonizantes o lamentablemente perdidas, resignadas a la desidia del recuerdo nostálgico sin más?. Creo que a casi todos nos consta el interés despertado por éstos temas en nuestros actuales regidores y en sus antecesores inmediatos, algo compartido por los miembros de sus respectivos equipos de gobierno, en especial los sres. munícipes a cargo de fiestas y cultura, e incluso entre los miembros de su oposición, que suele ser “leal” para este tipo de ocasiones, pero a pesar de todo la realidad del olvido está ahí. Sin respaldo popular nada cala y por ello también el resto de paisanos debemos tomar partido. El asociacionismo no es proceder común al leonés pero se puede aprovechar su pujanza en algunos sectores sociales, como las cofradías penitenciales, para conseguir importantes logros en el terreno de la recuperación costumbrista. La viveza actual de dichas asociaciones religiosas se podría aplicar en la ampliación del espectro de su acción devocional, algo que ya han hecho por ejemplo en el caso de la celebración de la patrona de la música con la proliferación de conciertos del género pasional solemnizando la festividad. Con esta ampliación de horizontes quizá ciertas celebraciones, ritos y actos propios de la cultura popular y tradicional católica, acontecidos durante el resto del año litúrgico y que forman parte de nuestro patrimonio de religiosidad popular local a conservar y valorar, eviten su olvido sucumbiendo al desuso.




Autor: Héctor-Luis Suárez Pérez
Conservatorio “Cristóbal Halffter”, Ponferrada.

Fotos: Diario de León.
Publicado el 24 de febrero del 1998. Sección: Provincia. DIARIO DE LEON

Título:  


Antruido, antruejo: toros, zafarrones, guirrios y cencerros.

El porqué de los antruejos de Velilla de la Reina y sus homólogos

En la península ibérica son numerosos los ejemplos de personajes que, ataviados de forma grotesca o desagradable a base de máscaras, de pellejos y trapos viejos, y cargados de cintos de cencerros o esquilas, se dedican durante los días principales de la celebración del antruejo o carnaval, a atemorizar, entiznar, perseguir a vejigazos con vejigas hinchadas, o mojar a jeringazo limpio y, en general, a hacer correr ahuyentados por su siniestra presencia a todos sus convecinos, en especial a los de menor edad y a los de sexo femenino, participación activa o pasiva que en la geografía leonesa se conoce como “correr el carnaval”. Estas ruidosas comparsas enmascaradas han sido objeto de estudio por parte de antropólogos y etnógrafos de toda Europa, pues se repiten salvando los matices , en grandes extensiones de este territorio. En el caso concreto de la realidad hispana, quizá sin ninguna objeción entre sus colegas, el desaparecido Julio Caro Baroja, principalmente a través de su obra El Carnaval, sea quien mejor puede figurar al frente del ramillete de autores que han dedicado su trabajo y obra a atender este tema.

Así y dentro del periodo del año que para este investigador comprende el ciclo del antruejo o carnaval, es decir entre la despedida del año viejo y el inicio de la cuaresma, aparecen clasificadas, perfectamente detalladas y estudiadas en dicha obra,. numerosas modalidades de estas mascaradas, de las que gran número están vinculadas especialmente a la mitad norte del territorio nacional. Algunas de las conservadas han cobrado mayor auge en los últimos años gracias a su explotación turística y destacarían entre un conjunto más amplio: los “cigarrones”, de Laza y otros pueblos orensanos de la comarca de Verín, los integrantes del “Zampanzar” , de Ituren y Lanz en Navarra, los que protagonizan la fiesta de la “viejanera”, en el pasiego oeste de Cantabria, los cientos de devotos “diablos” de “la endiablada “ el día de San Blas en Almonacid del Marquesado, o los protagonistas de otros festejos similares zamoranos, extremeños, aragoneses, vascos, de Cuenca o Guadalajara, Cataluña, etc.

Los territorios comarcales comprendidos en los actuales límites de la provincia leonesa no son y menos lo han sido en un próximo pasado, ajenos a este fenómeno, español y europeo. Alusiones a ello se encuentran en los numerosos trabajos antropológicos, etnográficos, filológicos, etnomusicológicos o costumbristas, redactados principalmente en la centuria que va desde 1850 y 1950. En las descripciones y explicaciones contenidas en sus páginas, en los prólogos y en los vocabularios dialectales de esta ingente obra de autores como el padre Cesar Morán, Alonso y Garrote, García Rey, Fernández Nuñez, Krüger, Venancio Blanco, Julio Pujol, y un largo etc., figuran alusiones a múltiples ejemplos de mascaradas o cencerradas de este género relacionado con el antruejo. Desgraciadamente este corpus documental, aunque en su mayoría al alcance de cualquier curioso en los fondos de la Biblioteca Regional M. D. Berrueta, es desconocido por muchos de nuestros paisanos, incluso por algunos que alardean de investigadores de temas locales, y, hasta en alguna ocasión, ha sido injustamente manipulado a nivel social o político por parte de otros.

Entre las alusiones al “antruejo”, “antruido”, “antroido” o carnaval, que son algunas de las denominaciones más extendidas por la provincia, y tratando de presentar en las comarcas leonesas ejemplos similares a los localizados a nivel nacional por Caro Baroja para todo el periodo del ciclo del carnaval, se pueden distinguir varios ejemplos. En primer lugar, se encuentran los festejos que teatralizan a través de personajes grotescos y simbólicos, ritos hipotéticamente pre-romanos, posteriormente romanizados y también a veces cristianizados, en relación con arcaicos cultos a la naturaleza y a la fertilidad de la tierra, como en el caso de las fiestas saturnales o las kalendae. A ellos pertenecen las “xiepas” de la sierra maragata y otros semejantes, donde estas comparsas aparecían y quizá todavía aparecen, si hay humor entre los vecinos, arando en los primeros días del año la nieve, la tierra de la plaza o la era del pueblo. Un arado y su rejo son tirados por dos de estos personajes cargados de pellejos y cencerros, mientras otro compañero que les sigue va sembrando el surco con cenizas. En otros lugares, como en el babiano Villargusán, en las mismas fechas, solo se dedicaban a “correr el año viejo” por las calles y “echarlo” simbólicamente del pueblo, eso sí, sin faltar los sustos, las bromas y la consabida cuestación y merienda. En Piornedo además ya comían en esos días y durante actos similares las típicas “orejas” dulces de carnaval. Al acabar tales representaciones, como ya he apuntado, estas sorprendentes comparsas recorrían ruidosamente el pueblo recolectando con cestos, y ayudados de sus tenazas, tridentes y forcas, todo tipo de productos comestibles para posteriormente ser degustados en la consabida merienda de mocedad. En algunos pueblos como en Quintana del Monte, esta ”función”, sinónimo popular de actuación y denominación por la que eran conocidos el conjunto de los actos, se vinculaba al Día de Reyes.

Hasta no hace muchos años, en el mes de enero y en áreas del sureste provincial, en concreto en pueblos como Izagre o Joarilla de las Matas, en torno a la festividad de Sta. Brígida, 31 de enero, los quintos, en comparsa, se reúnen con fines, actos e indumentaria similares a los expuestos. Son conocidos como “los brígidos” y degustaban su merienda desde el campanario tocando sin cesar a “tente nube”, pues en esa noche la tradición aseguraba que los míticos “renuberos” originaban las tormentas para todo el año. También en enero, sin guirrios o brígidos, se celebraban numerosos los festejos protagonizados por animales vinculados al cristiano culto de San Antonio Abad o San Antón, de los que todavía quedan algunas reminiscencias en lugares como La Bañeza. Ya en febrero, San Blas se celebra entre otros actos con corridas de gallos. Todavía en varios pueblos ribereños del bajo Esla, eso sí, hoy con gallos colgados previamente muertos, se celebran carreras a caballo de este género en las que los participantes intentan el pescuezo del animal en en cada pasada.

Entre otras localidades se practica en la actualidad en Villademor de la Vega. Sta. Agueda desata el protagonismo femenino, lo que se trasluce en la entrega de la vara de alcalde a las mujeres, desenmascarando un estado de matriarcado encubierto que año tras año vuelve a la luz nuevamente en La Bañeza o en Valderas. En Babia y en relación con este tipo de ritos femeninos, muchos de sus paisanos todavía recuerdan la singular “paliza” en que consistía el “dar los cacharrones” por las mujeres a los varones.

El periodo integrado por el jueves “lardero”, jueves o viernes “de comadres”, “sábado figolero”, “domingo gordo”, lunes y martes de carnaval y miércoles de ceniza donde Caro Baroja plantea el triunfo (fin de semana), clímax (lunes y martes) y muerte del carnaval (miércoles), sin olvidar su último rescoldo el sábado de piñata, es en el que, entre otros personajes posteriormente detallados, aparecerán triunfantes las comparsas de guirrios o zafarrones. Estas mojigangas, descritas en El Quijote, se relacionan con antiguas manifestaciones homólogas celebradas en la antigua Grecia, vinculadas a cultos dionisíacos.

En el caso leonés, alusiones a las mismas comparsas de zafarrones aparecen desde autores y fuentes literarias más próximos a nuestros días y al período antes reseñado como es el caso de Gil y Carrasco, quien da buena prueba de lo dicho en su descripción de la boda maragata incluida en el apartado dedicado al Maragato de Los Españoles pintados por sí mismos, hasta el medieval Libro de Aleixandre, donde igualmente son mencionados. También aparecen relacionados los zafarrones en numerosos testimonios escritos o recogidos por medio de trabajo de campo, alusivos a la cencerrada que se propinaba de modo anónimo a quienes contraían segundas nupcias tras la viudedad. En estos casos protagonizaban burlas y rituales, más allá de lo tolerable, en el caso de negarse los novios a participar de los mismos.

El estrepitoso sonido de sus cintos de tejón, ciervo o jabalí, repletos de cencerros y esquilas, hipotéticamente, según los antropólogos, alejaría los malos espíritus a la par que generaba un entorno sonoro muy bullanguero, mientras que, paralelamente, los zumbidos que provocaban en exclusiva en esas fechas haciendo girar sobre sus cabezas sus “bufos” y “bramaderas” ( instrumentos que Vds. pueden ver en estos días en la exposición “Sones de Ayer” en el edificio Fierro de León y que conservan en su atuendo, entre otros, los Guirrios de Velilla de la Reina), son, según otros autores, entre ellos Cesar Morán, restos de ritos en los que tal vez servirían de ancestral convocatoria a personajes o deidades desconocidas.

Entre el diverso mosaico denominativo de estas comparsas aparecen acepciones similares en diferentes comarcas leonesas, que, a su vez lo son a a las recogidas en otras provincias limítrofes. Entre ellas destacan los vocablos “guirrio”, localizado en Asturias y en León, entre muchos más, en Los Argüellos, Cármenes, La Tercia, o en la zona del Orbigo Alto y Medio, Velilla, Llamas, Carrizo, etc. , o “birria”, de idénticas circunstancias en Zamora y en la zona del Sur del Orbigo, Alija, etc. Ambas, están además relacionadas con el nombre del igualmente enigmático, grotesco y “gracioso” personaje que dirige y hace sitio a las danzas de paloteo, en el ámbito religioso. “Tafarrones” y “zafarrones”, en Omaña, “campanones”, en La Cabrera, “zamarrones” en otros muchos pueblos, o las más particularizadas de “jurrus”, en Alija, “xiepas”, en la Maragatería Alta, “bríjidos”, en el sureste provincial, “paparrajos”, en Calzadilla de Los Hermanillos, “juanillos” y “arrumacos” en Castrocalbón, etc. en su conjunto, constituyen ese mosaico linguístico tan añejo, en el que varios de sus integrantes, de modo tradicional en cada pueblo, han sido empleados para designar las numerosas variedades de tan populares personajes.

Llegados a este punto se debe hacer constar que, aunque si bien es cierto que existen pruebas y testimonios de toda índole sobre esta clase de celebraciones, se puede afirmar a la par que, al menos en los últimos cien años, periodo aproximado cubierto por la memoria de los informantes directos o de los tomados de otras fuentes mencionadas, no en todos los pueblos de la provincia existía todo el año la costumbre de realizar dichas “zafarronadas”. En esta línea, he recogido testimonios en diversos pueblos, incluso cercanos a los que celebran dichas “guirriadas”, donde taxativamente me fue negada su vinculación presente o pasada con dicha localidad. Por tanto, al igual se puede afirmar, que, tampoco en todos los pueblos de una misma comarca se realizaban actos carnavalescos, siendo desconocidos bien por no ser práctica propia y habitual del lugar, por haber caído en desuso desde antaño, o en el momento de mi encuesta, la década de los 80.

De todos modos, es de destacar que las memorias de nuestros informantes no abarcan solo a las comparsas de “zamarrones”. Hoy se pueden recoger e incluso contemplar, es el caso de Carrizo, testimonios sobre otros personajes propios del carnaval, como la popular “tarara” en Noceda del Bierzo o Carrizo, (ámbitos geográficos bastante próximos por los antiguos caminos y monte a través) que tenía su melodías y chascarrillos propios; o los disfrazados de animales como osos en Cerulleda, Lillo, o Balboa, donde dos vecinos también se disfrazaban de caballos y burros, con la cabeza de cesto o paja e inclinándose el que simula la grupa; de gitanos, médicos etc. ; y, especialmente las comparsas de los “toros” y su lidia. De forma individual o combinada, estos personajes y festejos se conservan o han conservado hasta una época bastante reciente en pueblos de prácticamente la totalidad del territorio comarcal provincial, como he podido constatar.

Los “toros” están formados a partir de un ligero armazón de mimbre o madera, portado por una persona. Se presenta cubierto por una sábana adornada de cintas y a su frente está provisto de dos cuernos entre los que se coloca por lo general un cencerro con el que delata su presencia a los vecinos antes de ser correteados y acometidos por “tan fiero animal”. Con su protagonismo, compartido en ocasiones por guirrios y toreros, se llena un espacio importante de estas celebraciones.

En la actualidad los de mayor y merecida fama son los de Velilla de La Reina, aunque se celebran o celebraron en numerosas localidades próximas a este pueblo, algunas de antruejos no menos afamados, coloristas e interesantes como Llamas de la Ribera, Sardonedo, Carrizo, Alija del Infantado, Omaña..., aunque en sus fiestas el toro no las protagoniza casi en exclusiva, ni es el centro de las mismas, convirtiéndose además en ocasiones en toro de fuego. Testimonios de actos parecidos se recogen desde la montaña oriental y central leonesa hasta el Bierzo.

Como antes expuse, el potencial que en la actualidad proporciona el auge del turismo rural, entre otros aspectos, debe contribuir a dinamizar y consolidar estos rituales salvados del olvido por el innegable y meritorio interés de algunas asociaciones culturales constituidas en torno a ellos y por el arropo popular de los vecinos. En menor medida hay que reseñar el apoyo de las instituciones locales, en las que como manda la tradición leonesa y si Dios no lo remedia, es proporcional el desinterés a su magnitud. Destacan a nivel provincial varias localidades orbigueñas, por disfrutar de antruejos más consolidados, en cuanto a la regularidad de su celebración y a su brillantez, y estas son las de Alija del Infantado, Llamas de la Ribera, Carrizo, Sardonedo, Velilla de la Reina, así como Riello, en el caso de la “zafarronada” de Omaña.

Para concluir, y siguiendo con la localización de ejemplos leoneses similares a los descritos por Julio Caro Baroja y referidos como se ha visto en la obra El Carnaval, no quiero obviar la alusión a “las marzas”, que, según los años ya en la Cuaresma, ”son cantadas en la zona oriental de León, en lugares como Prioro y en otros más en torno a la comarca de Guardo (Palencia). En la Historia de Astorga se describe una curiosa costumbre femenina igualmente atendida por Caro Baroja, vinculada a ciertas tardes de cuaresma en las que, jugando, la vecinas hacían añicos los potes de barro ya usados, encontrándose en la línea de otras descritas y comentadas en el mismo trabajo citado. Finalmente la cuaresma es clausurada el Sábado de Gloria especialmente en la ribera del Esla, en pueblos de la comarca de Cistierna, donde se procede año tras año a colgar y quemar el “Judas”, personaje antropomórfico especie de “mayo” o espantapájaros que simboliza a Dª. Cuaresma y con su quema el abandono definitivo de la misma y todo lo que conlleva, cerrándose así el ciclo anual del carnaval





Diario de León, 15/08/2008.
Diario de León, Laura Bueno. Contraportada

Cosas de aquí | Música de siempre- Dulzainas, flautas reales y tamborinos
Mañana sábado, Diario de León entrega un nuevo libro dentro de su monumental Biblioteca Leonesa de Tradiciones: «Instrumentos populares», de Héctor-Luis Suárez Pérez


La evolución cultural ha estado permanentemente sumergida en un entorno musical, desde las más primarias manifestaciones vocales o rítmicas a las sofisticaciones sonoras de la llamada música culta. El conjunto de instrumentos musicales y objetos susceptibles de uso musical, que se relacionan con los territorios y comarcas de la provincia de León, queda descrito minuciosamente en Instrumentos populares , de Héctor-Luis Suárez Pérez, que mañana entrega Diario de León dentro de su completa Biblioteca Leonesa de Tradiciones al precio simbólico de 1,80 euros. Se trata del libro número 21 de esta excepcional biblioteca que reúne, en 25 libros que se ofrecen cada sábado, esta irrepetible colección. Ciertas melodías se han convertido en símbolo de todo tipo de colectividades sociales. En Instrumentos populares, se sigue el rastro a esas tradiciones que nos unen con el pasado a través de una herencia armónica y de la técnica en el uso y manufactura de unos instrumentos que forman parte indeleble de la cultura leonesa.
El libro repasa los diferentes tipos de instrumentos que existieron en la provincia y que existen. Los aerófonos son aquellos instrumentos que necesitan aire para provocar la vibración sonora. Además, el libro describe otros instrumentos populares como los menbranófonos, los cordáfonos, los idiófonos y los electrófonos. Se incluyen como instrumentos tradicionales todos aquellos que pueden ser o no populares, pero que se repiten en su uso año tras año, celebración tras celebración, pudiendo ser de carácter ritual o lúdico festivo.
Héctor-Luis Suárez Pérez ha centrado su actividad investigadora en la música tradicional de la provincia de León, dirigiendo en ese ámbito cursos, conferencias, exposiciones y organizando performances con campanas ( Cantos térmicos en Ponferrada con Michel Moglia ), etc.