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sábado, 8 de noviembre de 2014

Rondas leonesas o marzas 2015

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El Eco del Bierzo



El pasado sábado la Asociación Cultural Aguzo de bailes brillantemente y con éxito de público llevó a efecto la 14 edición de las Rondas leonesas.

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Acto que, en esta edición, abrió su discurrir callejero con la disertación a modo de pregón del musicólogo e investigador de temas leoneses Héctor-Luis Suárez. Especialista que fuera asesor en lo etnomusicológico de la primera edición de las mismas.

Tras elogiar el trabajo del grupo consiguido que el canto tradicional se haga realidad en las calles de modo colectivo y glosar las tipologías del género cantado de las rondas, entre otros aspectos, pidió  permiso a la autoridad municipal para iniciar las Rondas por las calles del viejo León.

Un año más la noche se llenó de cantos específicos “de ronda”, acompañados de otros correspondientes a distintos géneros igualmente vocales. Iniciados por los componentes de Aguzo, todos fueron seguidos y coreados por gran parte del numeroso e incondicional público asistente gracias a la ayuda del folleto que, con las letras de las tonadas, cada año se confecciona para la ocasión. Todo se remató con el  baile y la degustación del tradicional queso con vino ante la catedral.

https://www.youtube.com/watch?v=9Iw7mJ19b3o&list=UUnugUL9gRzzBILixJubExWQ

 
 
ileón.com

Leonoticias
http://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Vuelven-Las-Rondas-Leonesas-vn137468-vst212

Diario de León.
http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/rondas-saludaron-llegada-ano-nuevo-natural_871361.html

dl | león 02/03/2014
Los pueblos antiguos celebraban el año nuevo en torno al actual primero de marzo y en la cultura tradicional se hacía lo propio con marzas, cantos y cortejo de novias. Ayer, y en su edición número catorce, el grupo Aguzo volvió a llenar el viejo León con los bailes, toques y sonidos de unas Rondas leonesas pregonadas por el musicólogo Héctor Luis Suárez.



Texto para edición de 2014



“Encete” de la Ronda de Marzo.           

 Héctor-Luis Suárez Pérez. Uno de Marzo de 2014


Ante iniciativas en relación a la promoción y fomento de la canción tradicional, como es ésta de “echar la ronda”, año tras año promovida por la Asociación Cultural “Aguzo”, no se puede hacer otra cosa que “quitarse el sombrero”, que dirían los castizos. En primer lugar, alabando el difícil hecho de que la misma se convierta en una realidad. Dado que, hogaño, las circunstancias que rodean este peculiar género de canto, grupal, nocturno y por las calles, son bien distintas en algunos matices de las otrora sencillas que marcaba la costumbre popular.  

Con las Rondas Nos hallamos ante un evento que implica mucha preparación logística y demanda abundante ensayo musical a cargo de sus protagonistas, así como gran dedicación e interés por su parte en las gestiones administrativas e institucionales y en conseguir una adecuada promoción e impacto mediático. Una fórmula que implica, y por este orden, amor a la tierra y las costumbres, ilusión para vivenciarla y transmitirla, tesón para no sucumbir en el desaliento puntual y anual que exige la empresa, además de buen hacer técnico y de documentación etnomusicológica y etnográfica sobre los materiales a utilizar. Todo a partir “de las mimbres que hay” a nivel de recursos humanos y de toda índole, sin olvidar sumar lo prosaico: una inversión considerable de tiempo y dinero de todos sus implicados. Algo de agradecer y no siempre conocido por muchos. 

Recrear y promover en nuestros días la puesta en valor de las costumbres tradicionales, muchas de raigambre rural, constituye un reto difícil, lograrlo un éxito y darle continuidad una proeza. Ese es el mérito de Aguzo. Pero lo es más en un medio urbano contemporáneo, como el de la vetusta ciudad de León, donde sobre Las Rondas interaccionan todo género de pautas de comportamiento, inercias y prejuicios sociales. 

En base a ello, una sección del éxito radica en conseguir que buena parte de los asistentes consiga implicarse de modo activo en una actividad musical, como es ésta del canto colectivo, desterrando posibles reservas derivadas del concepto de “ridículo público”. Implicación activa que se logra, también a otro nivel, a través de la contemplación y del parabién posterior, se cante o no interiormente o “por lo bajín”. Máxime si, como en este caso, la ronda se hace en su medio natural. Es decir, por la calle, de noche, con frío, con el repertorio ancestral y acompañados de gentes y músicos ataviados con indumentaria tradicional. 

Con independencia de los matices geográficos, desde perspectivas etnomusicólogicas y etnográficas, se puede recrear un patrón integrador de todos o de gran parte de los aspectos que surgen alrededor del género de cantos de ronda. Un patrón que serviría tanto para las comarcas leonesas, como para otras de la mitad norte peninsular y en especial de los territorios de su cuadrante Noroeste.

Nos hallamos pues ante un ancestral género de canto, que se ha producido bien “a solo” o de modo coral colectivo y por lo general“a capella”, pues pocas veces en el territorio leonés se realizaba acompañado de cualquier tipo de instrumentos músicos y objetos sonoros. Un género matizado además por circunstancias capitales, como son: la nocturnidad y la edad de los protagonistas - por lo general la mocedad local soltera y demás acompañantes -. Un género común a muchos territorios europeos, tradicionalmente serio y de carácter amatorio, aunque presenta sus excepciones como se verá. Un género que, en el caso de plantearse a partir de una configuración grupal, en los pueblos leoneses podía hacerlo bien una única cuadrilla de cantores, popularmente conocida como “la ronda”, o bien en dos conociéndose la segunda como “la contrarronda”.

La coincidencia física en las calles durante el desarrollo de los cometidos de ambos grupos cantores, generaba disputa habitualmente. Ésta, en lo musical, comenzaba en un más o menos sano “pique en el canto”, planteado a partir de una alternancia de interpretaciones que competía en calidad e incluso, en lo textual, podía llegar a dar pie a irónicos o hirientes cantos del género “de pique” con sus correspondientes respuestas por parte de los zaheridos. Si en ellos se entremezclaban temas o devaneos  amatorios o de cualquier controversia entre los participantes, la rivalidad podía terminar en “palos moceriles”. Algo que, antaño, inspiró numerosos episodios de “capa y espada”. El repertorio tradicional se hace eco de estas posibles circunstancias y disputas a través de cantos como la ronda y la contraronda se encontraron en la calle, incluso de algunas de contenido desafiante o crítico como La ronda de los chulos
 
La ronda tenía su protocolo y su repertorio. Un repertorio cuyo texto permite reconstruir su razón de ser y cronología. Así, podemos decir que la noche de la ronda, de modo previo, se iniciaba en un espacio privado a partir de la merienda o cena llevada a efecto en bodega o similar. Un perfecto ámbito y marco contenedor para la socialización grupal, donde el canto arrancaba en la buena mesa con todo tipo de tonadas. Allí se pasaba de las más inocentes a las de corte picaresco, los cantos báquicos, más o menos subidos de tono, hasta llegar a los más brutos y soeces acaudillados por algunos de los participantes más torpes, por lo general, inspirados ya por un buen riego etílico. Eso sí y a pesar de ello, nunca fuera de este entorno, buscando con ellos la falta o la provocación a terceros y, mucho menos, en público y ante la delatora soledad auditiva de la noche.

Finalizado el estadio anterior y en la hora habitual, o en la prevista, la parte pública y más “oficial” de la ronda de los mozos salía a la calle. Se arrancaba con la petición de la oportuna y necesaria licencia a la autoridad. Una práctica derivada de lógicas normas de policía previsoras de altercados, que aparecía reglada también en varias ordenanzas moceriles, hoy conservadas. A través de tal petición pública el grupo demandaba legalidad y permiso para ”echar la ronda”, con sus correspondientes cantos.   
Podía dejarse para el final la interpretación de algunas tonadas en las que el texto aludía a asuntos relativos a la mañana siguiente. En tales casos, especialmente cuando se efectuaban solo en ese horario nocturno prematutino, el género de ronda puede mutar su nombre por el de alboreadas o alboradas: Levántate morenita, podríamos decir que, constituyéndose en otra modalidad del mismo

Rondas de “amor cortés” o de cortejo que constituyen género antiguo, evocado por la literatura desde el fin de la edad media o el renacimiento y conocidos por todos a través de pasajes de La Celestina o Romeo y Julieta. En su repertorio tradicional, como acto de afirmación pública del amor que se profesa, como evocaba Berrueta en su cancionero, caben por tanto los fragmentos más líricos e intimistas en lo textual y musical del género de la canción de amor. Preámbulo de pasajes sobre amoríos “a la reja” o al balcón, en la intimidad de la pareja, las rondas eran echadas por el mozo enamorado cantando en solitario, aunque estuviera arropado por la compañía de un respetuoso y silente grupo integrado por el resto de cantores que componen junto a él la ronda. A lo dicho se ajustan ejemplos como al salir de la enramada….o las barandillas del puente, que también podía cantarse de modo coral. Un tipo de canto este último igualmente serio, aunque en su contexto grupal “nunca faltase el regadío” del conjunto por algún garrafón cercano. No faltan tonadas de texto dialogado si sientes los cascabeles, ni tampoco aquellas donde  socialmente cada “machito hace su cortejo” ante la amada Esta noche rondo yo, e incluso los cantos sin alusión textual al tema amatorio, donde prima sencillamente aquello que se va a hacer en esa noche por los mozos: ese pino que está en el pinar 

En suma, un repertorio el de los cantos amatorios de ronda, cargado de un tinte nostálgico que, en lo musical, es provocado en nuestra percepción sensorial, cognitiva y afectiva por el condicionante compositivo cultural que marca el moderno modo menor, así como por otros modos, más antiguos, presentes en el repertorio leonés para estas melodías. Toda una riqueza patrimonial de nuestra cultura sonora.

Pero a este grupo de cantos de ronda se unen otras modalidades muy peculiares, como los cantos de Ronda propios de la víspera de la Boda. Para ellos y como todavía se mantiene en Prioro, las mozas se ubican en unas estancias de la casa de la boda y mozos en otras. Dando pie así a un género coral de cantos antifonales, efectuados respectivamente por cada coro desde sus lugares asignados, a la par que permite entablar un diálogo o una disputa de género. En cuanto a su texto y música puede constar de partes fijas, así como de otras abiertas a la improvisación o al oportunismo del texto, todo en aras de lograr la hilaridad general. Unos cantos imprescindibles para que la boda sea boda y que, por fortuna, todavía nunca faltan en las bodas tradicionales de Prioro como antaño en tantos sitios. 

También hay rondas, menos serias y líricas, que son de celebración fija cada año, según fechas predeterminadas tradicionalmente. A ellas se ajustan varias, no necesariamente de carácter amatorio y alrededor de las que había más juerga y vino, eso sí, dentro de un orden. Estas se pueden asociar a diversas clases de ronda tipificadas en función de diferentes asuntos asociados a las mismas, que además pueden ser llevadas a efecto en otros horarios no tan metidos en la media noche. Así, por ejemplo, mencionamos las que implican cantos petitorios: a la dueña de la casa ya la veo yo venir cantos que, por lo general, eran precedidos intencionadamente de Loas a los propietarios de cada casa: esta casa sí que es casa en aras de procurar una mejor recaudación. Un repertorio éste petitorio que, de modo similar, ha sido incluido y usado en tradiciones cantadas como son las marzas, las martas las martas

En función de las letras de los cantos distinguimos que existía un género a interpretar en la noche dedicada por la tradición de cada pueblo a poner los ramos en ventanas  de las novias. Fecha que podía coincidir con el día en que ellas entraban a mozas el ramo que me pusiste el día e, presentando en lo tocante a las letras algunos ejemplos cargados de buena dosis picaresca, que podían estar dedicadas a las mozas menos afortunadas en belleza, o bondad de carácter, así como a las que provocaban amores no correspondidos. No faltando igualmente para la ocasión un repertorio propio de las mozas, también cargadas de ironía: me pusiste el ramo con más o menos escarnio para el género masculino

Hoy nuestra sociedad lleva años invirtiendo tiempo y metodología pedagógico musical para que las generaciones canten. Antes la tradición oral y la vivencia lo hacían posible permitiendo coexistir la moda con los cantos de arraigo más ancestral. Hemos perdido los operativos de una filosofía vital secular y las alternativas, salvo excepciones, no funcionan. No se canta a los niños, juegan mucho menos con otros niños cantando salvo que sea a través de una “play”, no hay mili ni largos traslados en tren, barco o bus y esperas entremedias para, socializando con el canto, ocupar a nuestros mozos de edad equivalente a “los quintos” y ahora sencillamente “perrean” con ritmos pobres, y machacones aculturados. Hoy entre nuestros chicos de edad cuasi adolescente hasta los de dieciocho años, hasta los géneros y cantos del pop que va de los 60 a los 80 van cayendo en desuso o se percibe como algo raro o lejano. 

Por tanto, hoy  en un medio urbano, da igual que se respete en una evocación, recreación y puesta en valor como la de las rondas la estricta ortodoxia de lo que fue otrora en el medio rural el orden y el contenido del repertorio. Ya habrá momentos y fases en que los propios organizadores pidan la ortodoxia para de nuevo, tiempo más tarde, desdecirse. Animemos, apoyemos y promovamos estas iniciativas. Un pueblo que no canta, que no baila y que no halla solaz en ello ante la desgracia si que puede considerarse como un pueblo enfermo y si a ello le añade la desidia, el prejuicio, la proyección de su amargura, la crítica destructiva y el desánimo, está ya tocado de muerte irremisiblemente.
 

El canto ilusiona en el desaliento y saca fuerzas donde no las hay. Ya lo sabían los antiguos y lo trabajaban socialmente. Por ello, siguiendo este buen camino, es bueno que se apueste por momentos para cantar, en público, para luego repetirlo en privado y si se emplea un repertorio tradicional - al que ya dentro de nada habrá que sumar referencias como Eva Mª se fue- , pues entonces mucho mejor. 
 

Gracias por todo ello y a todos pues, de no existir esta actitud e implicación real y directa de gentes como las que participan y las que organizan Las Rondas, de poco sirven los románticos cantos al sol de algunos amantes de la tradición, anónimos o notorios. Unos aficionados adictos que, aunque entregados, nunca son activos y por ello no sobrepasan el sentimiento y la palabra, también siempre necesarios, aunque por si mismos escasamente prácticos para la supervivencia del patrimonio inmaterial musical. Es improductivo exclusivamente hablar de cantar, para perpetuar el proceso de la tradición oral es necesario que se cante y, si se puede, en su contexto natural o en el más parecido posible.
 

Gracias paisanos y paisanas por su atención, gracias Aguzo por vuestra consideración hacia mi persona y enhorabuena a todos, participantes y organizadores. Disfruten.  

¡“Que d’hoy nun añu”!.  

 ¿Se canta o se reza? Pues, pídase el permiso oportuno a la autoridad y ¡todo el mundo a cantar!.



¿Da su licencia el representante del corregimiento en nombre del Sr. Alcalde? 

¡Que salga la Ronda!

 Íjujú. 

Destacados en amarillo los fragmentos ilustrativos a cantar.

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