El pasado sábado la
Asociación Cultural Aguzo de bailes brillantemente y con éxito de
público llevó a efecto la 14 edición de las Rondas leonesas.
Acto que, en esta edición, abrió su discurrir callejero con la disertación a modo de pregón del musicólogo e investigador de temas leoneses Héctor-Luis Suárez. Especialista que fuera asesor en lo etnomusicológico de la primera edición de las mismas.
Tras elogiar el trabajo del grupo consiguido que el canto tradicional se haga realidad en las calles de modo colectivo y glosar las tipologías del género cantado de las rondas, entre otros aspectos, pidió permiso a la autoridad municipal para iniciar las Rondas por las calles del viejo León.
Un año más la noche se llenó de cantos específicos “de ronda”, acompañados de otros correspondientes a distintos géneros igualmente vocales. Iniciados por los componentes de Aguzo, todos fueron seguidos y coreados por gran parte del numeroso e incondicional público asistente gracias a la ayuda del folleto que, con las letras de las tonadas, cada año se confecciona para la ocasión. Todo se remató con el baile y la degustación del tradicional queso con vino ante la catedral.
https://www.youtube.com/watch?v=9Iw7mJ19b3o&list=UUnugUL9gRzzBILixJubExWQ
http://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Vuelven-Las-Rondas-Leonesas-vn137468-vst212
http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/rondas-saludaron-llegada-ano-nuevo-natural_871361.html
dl | león 02/03/2014
Los
pueblos antiguos celebraban el año nuevo en torno al actual primero de
marzo y en la cultura tradicional se hacía lo propio con marzas, cantos y
cortejo de novias. Ayer, y en su edición número catorce, el grupo Aguzo
volvió a llenar el viejo León con los bailes, toques y sonidos de unas Rondas leonesas pregonadas por el musicólogo Héctor Luis Suárez.
Texto para edición de 2014
Texto para edición de 2014
“Encete” de la Ronda de
Marzo.
Héctor-Luis Suárez Pérez. Uno de
Marzo de 2014
Ante
iniciativas en relación a la promoción y fomento de la canción tradicional,
como es ésta de “echar la ronda”, año
tras año promovida por la Asociación Cultural “Aguzo”, no se puede hacer otra cosa que “quitarse el sombrero”, que dirían los castizos. En primer lugar,
alabando el difícil hecho de que la misma se convierta en una realidad. Dado
que, hogaño, las circunstancias que rodean este peculiar género de canto, grupal,
nocturno y por las calles, son bien distintas en algunos matices de las otrora
sencillas que marcaba la costumbre popular.
Con las Rondas
Nos hallamos ante un evento que implica mucha preparación logística y demanda
abundante ensayo musical a cargo de sus protagonistas, así como gran dedicación
e interés por su parte en las gestiones administrativas e institucionales y en
conseguir una adecuada promoción e impacto mediático. Una fórmula que implica,
y por este orden, amor a la tierra y las costumbres, ilusión para vivenciarla y
transmitirla, tesón para no sucumbir en el desaliento puntual y anual que exige
la empresa, además de buen hacer técnico y de documentación etnomusicológica y
etnográfica sobre los materiales a utilizar. Todo a partir “de las mimbres que hay” a nivel de recursos humanos y de toda
índole, sin olvidar sumar lo prosaico: una inversión considerable de tiempo y
dinero de todos sus implicados. Algo de agradecer y no siempre conocido por
muchos.
Recrear
y promover en nuestros días la puesta en valor de las costumbres tradicionales,
muchas de raigambre rural, constituye un reto difícil, lograrlo un éxito y
darle continuidad una proeza. Ese es el mérito de Aguzo. Pero lo es más en un
medio urbano contemporáneo, como el de la vetusta ciudad de León, donde sobre Las Rondas interaccionan todo género de
pautas de comportamiento, inercias y prejuicios sociales.
En
base a ello, una sección del éxito radica en conseguir que buena parte de los
asistentes consiga implicarse de modo activo en una actividad musical, como es
ésta del canto colectivo, desterrando posibles reservas derivadas del concepto
de “ridículo público”. Implicación
activa que se logra, también a otro nivel, a través de la contemplación y del
parabién posterior, se cante o no interiormente o “por lo bajín”. Máxime si, como en este caso, la ronda se hace en
su medio natural. Es decir, por la calle, de noche, con frío, con el repertorio
ancestral y acompañados de gentes y músicos ataviados con indumentaria
tradicional.
Con
independencia de los matices geográficos, desde perspectivas etnomusicólogicas
y etnográficas, se puede recrear un patrón integrador de todos o de gran parte
de los aspectos que surgen alrededor del género de cantos de ronda. Un patrón
que serviría tanto para las comarcas leonesas, como para otras de la mitad norte
peninsular y en especial de los territorios de su cuadrante Noroeste.
Nos
hallamos pues ante un ancestral género de canto, que se ha producido bien “a solo” o de modo coral colectivo y por
lo general“a capella”, pues pocas
veces en el territorio leonés se realizaba acompañado de cualquier tipo de
instrumentos músicos y objetos sonoros. Un género matizado además por
circunstancias capitales, como son: la nocturnidad y la edad de los
protagonistas - por lo general la mocedad local soltera y demás acompañantes -.
Un género común a muchos territorios europeos, tradicionalmente serio y de
carácter amatorio, aunque presenta sus excepciones como se verá. Un género que,
en el caso de plantearse a partir de una configuración grupal, en los pueblos
leoneses podía hacerlo bien una única cuadrilla de cantores, popularmente
conocida como “la ronda”, o bien en
dos conociéndose la segunda como “la
contrarronda”.
La
coincidencia física en las calles durante el desarrollo de los cometidos de
ambos grupos cantores, generaba disputa habitualmente. Ésta, en lo musical, comenzaba
en un más o menos sano “pique en el
canto”, planteado a partir de una alternancia de interpretaciones que
competía en calidad e incluso, en lo textual, podía llegar a dar pie a irónicos
o hirientes cantos del género “de pique” con
sus correspondientes respuestas por parte de los zaheridos. Si en ellos se
entremezclaban temas o devaneos amatorios
o de cualquier controversia entre los participantes, la rivalidad podía
terminar en “palos moceriles”. Algo que,
antaño, inspiró numerosos episodios de “capa
y espada”. El repertorio tradicional se hace eco de estas posibles circunstancias
y disputas a través de cantos como la ronda y la contraronda se
encontraron en la calle, incluso de algunas de contenido desafiante
o crítico como La ronda de los chulos
La
ronda tenía su protocolo y su repertorio. Un repertorio cuyo texto permite
reconstruir su razón de ser y cronología. Así, podemos decir que la noche de la
ronda, de modo previo, se iniciaba en un espacio privado a partir de la
merienda o cena llevada a efecto en bodega o similar. Un perfecto ámbito y
marco contenedor para la socialización grupal, donde el canto arrancaba en la buena
mesa con todo tipo de tonadas. Allí se pasaba de las más inocentes a las de
corte picaresco, los cantos báquicos, más o menos subidos de tono, hasta llegar
a los más brutos y soeces acaudillados por algunos de los participantes más
torpes, por lo general, inspirados ya por un buen riego etílico. Eso sí y a
pesar de ello, nunca fuera de este entorno, buscando con ellos la falta o la
provocación a terceros y, mucho menos, en público y ante la delatora soledad
auditiva de la noche.
Finalizado
el estadio anterior y en la hora habitual, o en la prevista, la parte pública y
más “oficial” de la ronda de los
mozos salía a la calle. Se arrancaba con la petición de la oportuna y necesaria
licencia a la autoridad. Una práctica derivada de lógicas normas de policía previsoras
de altercados, que aparecía reglada también en varias ordenanzas moceriles, hoy
conservadas. A través de tal petición pública el grupo demandaba legalidad y permiso
para ”echar la ronda”, con sus
correspondientes cantos.
Podía
dejarse para el final la interpretación de algunas tonadas en las que el texto
aludía a asuntos relativos a la mañana siguiente. En tales casos, especialmente
cuando se efectuaban solo en ese horario nocturno prematutino, el género de
ronda puede mutar su nombre por el de alboreadas o alboradas: Levántate morenita, podríamos decir que, constituyéndose en otra modalidad del mismo.
Rondas
de “amor cortés” o de cortejo que
constituyen género antiguo, evocado por la literatura desde el fin de la edad
media o el renacimiento y conocidos por todos a través de pasajes de La
Celestina o Romeo y Julieta. En su repertorio tradicional, como acto de
afirmación pública del amor que se profesa, como evocaba Berrueta en su
cancionero, caben por tanto los fragmentos más líricos e intimistas en lo
textual y musical del género de la canción de amor. Preámbulo de pasajes sobre
amoríos “a la reja” o al balcón, en
la intimidad de la pareja, las rondas eran echadas por el mozo enamorado cantando
en solitario, aunque estuviera arropado por la compañía de un respetuoso y
silente grupo integrado por el resto de cantores que componen junto a él la
ronda. A lo dicho se ajustan ejemplos como al salir de la enramada….o
las barandillas del puente, que también podía
cantarse de modo coral. Un tipo de canto este último igualmente serio, aunque en
su contexto grupal “nunca faltase el
regadío” del conjunto por algún garrafón cercano. No faltan tonadas de
texto dialogado si sientes los cascabeles, ni tampoco aquellas
donde socialmente cada “machito hace su cortejo” ante la amada Esta noche rondo yo, e incluso los cantos sin alusión
textual al tema amatorio, donde prima sencillamente aquello que se va a hacer
en esa noche por los mozos: ese pino que está en el pinar
En
suma, un repertorio el de los cantos amatorios de ronda, cargado de un tinte
nostálgico que, en lo musical, es provocado en nuestra percepción sensorial,
cognitiva y afectiva por el condicionante compositivo cultural que marca el
moderno modo menor, así como por otros modos, más antiguos, presentes en el repertorio
leonés para estas melodías. Toda una riqueza patrimonial de nuestra cultura
sonora.
Pero
a este grupo de cantos de ronda se unen otras modalidades muy peculiares, como
los cantos de Ronda propios de la víspera de la Boda. Para ellos y como todavía
se mantiene en Prioro, las mozas se ubican en unas estancias de la casa de la
boda y mozos en otras. Dando pie así a un género coral de cantos antifonales, efectuados
respectivamente por cada coro desde sus lugares asignados, a la par que permite
entablar un diálogo o una disputa de género. En cuanto a su texto y música puede
constar de partes fijas, así como de otras abiertas a la improvisación o al
oportunismo del texto, todo en aras de lograr la hilaridad general. Unos cantos
imprescindibles para que la boda sea boda y que, por fortuna, todavía nunca
faltan en las bodas tradicionales de Prioro como antaño en tantos sitios.
También
hay rondas, menos serias y líricas, que son de celebración fija cada año, según
fechas predeterminadas tradicionalmente. A ellas se ajustan varias, no necesariamente
de carácter amatorio y alrededor de las que había más juerga y vino, eso sí,
dentro de un orden. Estas se pueden asociar a diversas clases de ronda tipificadas
en función de diferentes asuntos asociados a las mismas, que además pueden ser
llevadas a efecto en otros horarios no tan metidos en la media noche. Así, por
ejemplo, mencionamos las que implican cantos petitorios: a la dueña de la
casa ya la veo yo venir cantos que, por lo general, eran precedidos
intencionadamente de Loas a los propietarios de cada casa: esta casa sí que
es casa en aras de procurar una mejor recaudación. Un repertorio éste
petitorio que, de modo similar, ha sido incluido y usado en tradiciones cantadas
como son las marzas, las martas las martas.
En función de las letras de los
cantos distinguimos que existía un género a interpretar en la noche dedicada por
la tradición de cada pueblo a poner los
ramos en ventanas de las novias.
Fecha que podía coincidir con el día en que ellas entraban a mozas el ramo que me pusiste el día e,
presentando en lo tocante a las letras algunos ejemplos cargados de buena dosis
picaresca, que podían estar dedicadas a las mozas menos afortunadas en belleza,
o bondad de carácter, así como a las que provocaban amores no correspondidos. No
faltando igualmente para la ocasión un repertorio propio de las mozas, también
cargadas de ironía: me pusiste el ramo
con más o menos escarnio para el género masculino
Hoy
nuestra sociedad lleva años invirtiendo tiempo y metodología pedagógico musical
para que las generaciones canten. Antes la tradición oral y la vivencia lo
hacían posible permitiendo coexistir la moda con los cantos de arraigo más
ancestral. Hemos perdido los operativos de una filosofía vital secular y las
alternativas, salvo excepciones, no funcionan. No se canta a los niños, juegan
mucho menos con otros niños cantando salvo que sea a través de una “play”, no
hay mili ni largos traslados en tren, barco o bus y esperas entremedias para,
socializando con el canto, ocupar a nuestros mozos de edad equivalente a “los quintos” y ahora sencillamente “perrean” con ritmos pobres, y machacones
aculturados. Hoy entre nuestros chicos de edad cuasi adolescente hasta los de
dieciocho años, hasta los géneros y cantos del pop que va de los 60 a los 80 van
cayendo en desuso o se percibe como algo raro o lejano.
Por tanto, hoy en un medio urbano, da igual que se respete
en una evocación, recreación y puesta en valor como la de las rondas la
estricta ortodoxia de lo que fue otrora en el medio rural el orden y el
contenido del repertorio. Ya habrá momentos y fases en que los propios
organizadores pidan la ortodoxia para de nuevo, tiempo más tarde, desdecirse.
Animemos, apoyemos y promovamos estas iniciativas. Un pueblo que no canta, que no
baila y que no halla solaz en ello ante la desgracia si que puede considerarse
como un pueblo enfermo y si a ello le añade la desidia, el prejuicio, la
proyección de su amargura, la crítica destructiva y el desánimo, está ya tocado
de muerte irremisiblemente.
El
canto ilusiona en el desaliento y saca fuerzas donde no las hay. Ya lo sabían
los antiguos y lo trabajaban socialmente. Por ello, siguiendo este buen camino,
es bueno que se apueste por momentos para cantar, en público, para luego
repetirlo en privado y si se emplea un repertorio tradicional - al que ya
dentro de nada habrá que sumar referencias como Eva Mª se fue- , pues entonces
mucho mejor.
Gracias
por todo ello y a todos pues, de no existir esta actitud e implicación real y
directa de gentes como las que participan y las que organizan Las Rondas, de poco sirven los
románticos cantos al sol de algunos amantes de la tradición, anónimos o
notorios. Unos aficionados adictos que, aunque entregados, nunca son activos y
por ello no sobrepasan el sentimiento y la palabra, también siempre necesarios,
aunque por si mismos escasamente prácticos para la supervivencia del patrimonio
inmaterial musical. Es improductivo exclusivamente hablar de cantar, para
perpetuar el proceso de la tradición oral es necesario que se cante y, si se
puede, en su contexto natural o en el más parecido posible.
Gracias paisanos y paisanas por su
atención, gracias Aguzo por vuestra consideración hacia mi persona y enhorabuena
a todos, participantes y organizadores. Disfruten.
¡“Que d’hoy nun añu”!.
¿Se
canta o se reza? … Pues, pídase el permiso oportuno a la autoridad y ¡todo el
mundo a cantar!.
¿Da
su licencia el representante del corregimiento en nombre del Sr. Alcalde?
¡Que
salga la Ronda!
Íjujú.
Destacados en amarillo los fragmentos ilustrativos a cantar.
Destacados en amarillo los fragmentos ilustrativos a cantar.
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